Publicado en Condé Nast Traveler
Sí, ya sé que lo tengo difícil, que el nombre de esta ciudad surcoreana no te suena nada y que, a priori, no parece un destino muy atractivo, pero tan solo te pido cinco minutos de tu tiempo para convencerte. Arranco con un argumento de esos que se graban como hierro al fuego: fiesta, mucha fiesta.
Busan tiene una de las noches más divertidas de Corea del Sur. Es una ciudad universitaria que cuenta con hordas de jóvenes con ganas de pasarlo bien. La zona de Haeundae es un concurrido punto de encuentro para cenar y tomar la primera copa. En la calle principal puedes ver shows con coreografías de K-Pop, el género musical que triunfa en el país asiático. Basicamente, se trata de boy bands que cantan canciones con melodías melosas y frenéticas, que recuerdan la música de videojuegos en los que hay que explotar burbujas. Luego de calentar motores, a los coreanos les gusta ir a la discoteca, literalmente, a darlo todo. Durante la semana laboral se entregan con furor al trabajo, donde realizan jornadas maratonianas de 10 y 12 horas.
Pero, cuando llega el viernes, se lanzan con la misma devoción a los misterios de la noche. Y, si tu jefe te invita salir, tienes la obligación de ir. No es negociable. Es fácil encontrar a un joven empresario con camisa blanca, traje negro y corbata desabrochada dando vueltas en el suelo estilo break dance a las 22:00. No te puedes perder el Busan Pub Crawl and Party -donde se reúne la comunidad extranjera-, el Club Guetto o The Back Room.
Segundo punto: vida cultural. En Busan, la segunda ciudad más grande de Corea del Sur, hay una gran variedad de interesantes galerías y espacios dedicados al arte. La mayoría están en Gamcheon Culture Village, un pueblecito de casitas pintadas con vivos colores, apelotonadas en una pequeña colina, a tan solo 40 minutos de Busan.
La disposición caótica y las estrechas calles recuerdan a las favelas brasileñas, pero en versión coreana, muy seguras y bien cuidadas. Es una verdadera delicia perderse entre sus callejones y sorprenderte con exhibiciones de arte contemporáneo, en espacios gratuitos y abiertos permanentemente. Prepara el móvil, que tu Instagram arderá.
Este tercer argumento te convencerá definitivamente: es una de las ciudades con mayor variedad de pescados y mariscos de Asia. Luego de recorrer los mercados de medio mundo puedo asegurar, sin pestañear, que el Jagalchi Market es el más espectacular que he visto en mi vida.
Mucho antes de llegar al mercado, en las calles aledañas, comienza el festín submarino: doradas, lenguados, atunes, carne de tiburón, pez espada, salmonetes, bandadas de erizos de mar, cangrejos rarísimos de formas alienígenas, gambas de color azul, pulpos, calamares, almejas de tamaño XXL… la hilera de productos parece no tener fin.
Gamcheon Culture Village
Sorprende que gran parte del producto está vivo. Hay multitud de acuarios repletos de peces. Los de anguilas son muy populares. Si te las quieres llevar a casa, tendrás que vivir unos momentos un tanto salvajes: colocan la anguila viva sobre una tabla de madera, la sujetan con un clavo en la cabeza y la despellejan viva frente al cliente, mientras se retuerce de dolor. El vendedor ni se inmuta, pero los pocos turistas que presencian el sacrificio se quedan petrificados.
Pasear por el mercado es una explosión de vida -muerte- y color: hay ancianas de edad indeterminada que no dejan de sonreír, muchachos pidiendo paso a gritos mientras trasladan cajas de pescado fresco en un carrito, vendedores ambulantes faenando el pescado, pequeños puestos callejeros donde venden pescado a la brasa y muchísimos curiosos.
El mercado es una gigante lonja de dos plantas. En la baja abunda el marisco. Hay ostras, langostas, caracoles marinos, babosas de 30 centímetros y un extraño pepino de mar, de obvias connotaciones fálicas, que genera las risas entre los recién llegados. En la de arriba están los salazones, el mundo submarino deshidratado.
Vamos a la playa
Busan es una ciudad con varios kilómetros de costa. De allí proviene su gran riqueza marina. Si te quieres bañar en sus playas, tienes que esperar a los meses de verano, que van de junio a septiembre. El resto del año, los coreanos acuden los fines de semana a pasear, bailar en los locales de moda y comer pescado fresco en alguno de los muchos restaurantes que hay en la zona.
Hay que reconocer que no son las playas más bellas del planeta: están frente a edificios, la arena es gris y el mar oscuro, pero para darse un chapuzón, están más que bien. Las más populares son las de Haendae Beach y Gwangalli Beach.
En cuanto a templos, destaca de sobremanera el de Haedong Yonggungsa. Está ubicado en las afueras de Busan, y a lo largo del día hay varios buses que te llevan directo, en un trayecto de unos 30 minutos. Aparte de una fascinante estatua de un dragón y el colorido de los templos budistas, lo que lo hace único es su ubicación frente al mar. Pasear por sus jardines mientras escuchas las olas rompiendo contra las rocas te pone en modo Nirvana en pocos segundos.
Shopping furioso
De aquel templo de la espiritualidad pasamos a otro templo, pero este, del consumo. El centro comercial Shinsegae (parada metro del mismo nombre, en la parte financiera de la ciudad) es el más grande del mundo, con galardón del Guinness World Records incluído. Se trata de un descomunal edificio de 14 pisos, cuatro plantas subterráneas y 300.000 metros cuadrados.
Realmente, es una oda al capitalismo: escaleras mecánicas, kilómetros de escaparates y la presencia de todas las principales marcas de lujo, ropa, deporte, complementos y todo lo que uno se pueda imaginar.
Podría parecer una ficción, pero es absolutamente cierto: los sábados por las tarde se forman colas de decenas de personas que esperan a entrar a las tiendas de Channel o Louis Vuitton. Y no van a buscar rebajas.
En Shinsegae no te vas a aburrir. Hay decenas de restaurantes, cafeterías, una pista patinaje sobre hielo, zonas de juegos para niños, galerías de arte, clínicas y un Sky Park con vistas a la ciudad. Eso sí, lo que finalmente te cautivará de este lugar es el Spa Land, un futurista centro de aguas termales. Lo tiene todo: oxigenoterapia, saunas finlandesas, baños turcos, piscinas, tratamientos de relajación e iluminoterapia.