Publicada en Avianca

No todas las capitales del mundo pueden presumir de estar a 2.600 metros de altura y además encontrarse en la Avenida de los Volcanes, un valle interandino de 300 kilómetros con más de 70 volcanes. Estos factores convierten a Quito en un fabuloso destino para el montañismo, que cada año atrae a miles de turistas en busca de una experiencia de naturaleza y deporte.

El barrio de la Mariscal Foch, la Zona Rosa de la ciudad, es un perfecto punto de partida para conquistar los cielos ecuatorianos. En sus calles encontramos numerosas tiendas de equipo de montaña, empresas turísticas que organizan expediciones andinas -tanto amateur como profesional-,  y en último lugar pero no menos importante, numerosos locales de ocio donde tomar una cerveza luego de haber alcanzado la cima.

Para ir cogiendo confianza el volcán Rucu Pichincha, que se eleva 4.696 metros sobre el nivel del mar, es una muy buena opción. Se encuentra en uno de los extremos orientales de Quito, y se puede llegar fácilmente en autobús o taxi. Para iniciar el ascenso primero debemos subir en el  Teleférico de Quito, uno de los más altos de Sudamérica, que  arranca a 2.950 metros y llega hasta los 4.050 metros de altura.

 

El lugar nos recibe con una de las más bellas e impresionantes vistas de la ciudad. Desde sus miradores se puede ver todo el sur, que normalmente está escondido  tras el Panecillo. Allí mismo encontramos una pequeña cafetería, tiendas de suvenires y paseos a caballo para las personas de alma sedentaria. Luego de caminar unos minutos  el bullicio de los turistas da lugar al silencio místico del páramo del que brotan musgos, pajonales y florecillas andinas. Con un poco de suerte podrás avistar un caracara e incluso un cóndor andino.

Si el día está despejado podemos contemplar en todo su esplendor algunos de los más altos nevados, como el Cayambe, el Antisana y o el Cotopaxi, de casi 6.000 metros de altura. En total son unas cinco horas de travesía durante nueve kilómetros, todo a través de un sendero bien señalado. Los guías recomiendan no salir más tarde de las 11:OO, ya que por la tarde se producen repentinos cambios de tiempo.

Otra bonita excursión es la de Lagunas de Papallacata, un sistema lacustre con más de 70 charcas  en el interior de la Reserva Ecológica Coca. Se encuentra a tan solo una hora en automóvil desde Quito, es una opción muy buena para las familias con hijos, ya que no encontramos pendientes pronunciadas. Es una excursión para principiantes, de caminar no más de cuatro horas, pero resulta necesario un guía. En medio de un paisaje con cascadas, riachuelos, una tupida vegetación y un aire que  da la vida podemos encontrar, de nuevo con un poco de suerte, algunos de sus insignes habitantes: osos de anteojos, venados, pumas, lobos e incluso tapires.

 

La excursión se completa con una del todo reconfortante visita a las Termas de Papallacta, un balneario con aguas de origen volcánico que posee propiedades medicinales. Existen varias piscinas con temperaturas que oscilan entre los 50 y los 70 grados de temperatura. Los más valientes pueden combinarla con otra que está helada, para mejorar el flujo sanguíneo y la relajación muscular. Las instalaciones al aire libre se encuentran en un entorno natural entre montañas y  vegetación autóctona. Su horario de apertura hasta las 22:30 nos permite disfrutar de sus instalaciones bajo un manto de estrellas.

Luego de esta primera toma de contacto el abanico de posibilidades de excursiones de nivel medio es muy grande. En un radio de unos 60 kilómetros hay numerosos volcanes de cuatro y cinco mil metros de altura. El Corazón, el Imbabura, el Pasochoa, el Rumiñahui o el Fuya Fuya en las Lagunas de Mojanda son algunos de los más representativos. La manera más sencilla de visitarlos es contactar con alguna compañía de montañismo que los sábados y los domingos realizan salidas. También se puede contratar directamente a un guía privado para treking  durante la semana.

Los más guerreros pueden realizar la ascensión al Cayambe, el tercer volcán más alto de Ecuador (5.790 metros), y el único del país sobre la línea ecuatorial. Se encuentra en la Reserva Ecológica del mismo nombre, a tan solo a 70 kilómetros de Quito. Esta cumbre exige un nivel alto y una aclimatación a la altura de por lo menos un semana. Se necesita guía y equipo profesional de alta montaña, como crampones, arneses y piquetas. La ascensión tiene una duración de unas siete horas y el descenso unas tres.

La aventura comienza en el refugio Oleas Ruales, a 4.600 metros de altura. Los andinistas salen sobre las 23:00 para hacer cumbre con el amanecer con el fin de evitar que la nieve se derrita y sea muy peligroso. Excepto los meses de junio, julio y agosto se puede visitar durante todo el año. Los guías recomiendan escoger una noche de luna llena, ya que las posibilidades de tormenta disminuyen. En su paisaje glacial emergen inmensas paredes de hielo con grietas de azul turquesa, intensas nevadas y estalactitas de hielo que hacen difícil imaginarse que en realidad todavía te encuentras en Ecuador.