Publicado en La Vanguardia

Son las 11:00 de la mañana de un domingo de octubre. En el templo hindú Sri Mahamariaman se escucha el sonido del nadaswaram, un instrumento de viento de sonido agudo y sinuoso que recuerda al saxofón. Le acompaña un tambor de agua y el tañer de una campana. En el centro del templo dos monjes hinduistas cubiertos con tan solo una tela de cintura para abajo, y con una raya blanca sobre la frente, ofrecen bendiciones a los fieles congregados.

En la entrada destaca una torre de 24 metros siete pisos ricamente decorada con escenas de los textos sagrados. El templo está todo pintado con colores vivos y esculturas de las principales deidades: KrishnaVishnu Ganesh. En el centro hay una sala donde descansa una pequeña escultura de Shiva a la que dirigen sus cánticos. Hay unas 10 personas, la mayoría de fe hinduista. Huele a incienso. El cielo está despejado, luce con fuerza sol y la sensación de humedad es muy alta.

Chinatown

Lo curioso de este famoso templo es que está en el corazón de Chinatown, uno de los barrios más populares de la ciudad. Responde a la perfección a nuestro imaginario: farolillos rojos colgando de las calles, dibujos de dragones y restaurantes de comida china. En ambos lados de las calles hay decenas de tiendas ofrecen producto, por supuesto made in China.

Muy cerca de Chinatown encontramos la famosa calle Jalan Petaling, una de las más vibrantes de la ciudad, con decenas de puestos de comida callejera. Por las noches es un lugar muy concurrido por los turistas. Aquí puedes probar el famoso durian , una fruta local conocida por ser la más apestosa del mundo. La amas o la odias; en su sabor converge lo dulce y lo amargo, todo empalagoso y envuelto en un penetrante olor.

© Miguel Ángel Vicente de Vera

Masjid Jamek

A unos 15 minutos andando de Chinatown, y a los pies de la confluencia de los ríos Klang y Gombak, descansa la mezquita Masjid Jamek, una de las más antiguas de la capital. Su construcción empezó a principios del siglo XX, pero no fue inaugurada hasta 1909. El acceso es gratuito, pero los no musulmanes solo pueden acceder a unas horas determinadas. El conjunto es monumental, con numerosas cúpulas y minaretes.

Frente a ella está la plaza Merdaka, que en malayo significa independencia. El 31 de agosto de 1957 ondeó por primera vez la bandera de Malasia. Se trata de un amplio espacio cubierto de césped -antes lo usaban los ingleses para jugar al criquet- rodeado de edificios centenarios. La iglesia anglicana, las casas estilo victoriano y el conducir por la derecha, dan cuenta de la huella colonial de Inglaterra, que estuvo presente en el país desde principios del siglo XVIII hasta 1961.

 

© Miguel Ángel Vicente de Vera

Central Market

Tras la plaza, aparece el Central Market, otro punto ineludible de nuestra visita a la capital. Se trata de un edificio colonial de color blanco y azul que alberga en la planta baja decenas de tiendas de souvenirs. Pero lo verdaderamente interesante está en la primera planta, una amplia zona de restaurantes con comida genuinamente malasia a precios muy populares, un paraíso para cualquier foodie.

Lo admirable de la gastronomía local es la manera en la que absorbe las tradiciones china, hindú y tailandesa ofreciendo una identidad propia. La sopa con tofu y col o los fideos planos de arroz con brotes de soja fresca, verdura y pollo son algunas de sus especialidades.

El 60% de la población malaya es musulmana, seguidos de los hinduistas y taoístas. En muchos de los restaurantes no se sirve alcohol, pero es fácil encontrarlo en algunos bares o incluso en supermercados. Al caminar por las calles más centrales de la ciudad sorprende gratamente lo limpio y bien cuidado que está el espacio público. Estamos frente a una ciudad moderna y en continua expansión.

Orquideario

Otro interesante lugar para pasar una tarde en Kuala Lumpur es la zona del llamado Jardín Botánico de Perdana, el pulmón verde de la ciudad. Está constituido por varios parques. Uno de los más evocadores, es el orquideario, con cientos de ejemplos de esta delicada flor, estanques y zonas de paseo. La entrada es gratuita.

No muy lejos está la entrada del Parque de aves, una pequeña muestra de la rica biodiversidad del país. En el parque seguro que en algún momento te encuentras con un divertido grupo de macacos. Hay que ir con cuidado porque conocen todas las tretas para robarte la comida. Las bolsas de golosinas les encantan y son muy hábiles para abrir mochilas, tápers o lo que se les ponga por delante.

© Miguel Ángel Vicente de Vera

Kuala Lumpur desde el aire

Más allá del título del texto una visita a Kuala Lumpur no puede eludir las famosas Torres Petronas. Además del esfuerzo de la nación por ubicar la ciudad en el mapa arquitectónico mundial, y de ser el reflejo de su excelente bonanza económica, estas dos construcciones son una verdadera oda a la ingeniería.

A pesar de sus gigantescas proporciones (entre los años 1998 y 2003 fueron las mas altas del planeta, hoy ocupan un “modesto” undécimo lugar) transmiten una sensación de armonía y proporción. Sus 452 metros de altura y 88 plantas constan de varias estructuras superpuestas en acero, hormigón armado y vidrio, y a medida que se elevan se van estrechando hasta finalizar en una fina antena metálica. Su interior es futurista y sobrio, con motivos geométricos como elemento decorativo. También albergan un gran centro comercial, las oficinas de la empresa de petróleo al que debe su nombre y es la sede de la Orquesta Filarmónica de Malasia.

La Torre KL , de 421 metros, poco le tiene que envidiar. Se trata de una torre de telecomunicaciones más altas del planeta. Lo interesante es que se puede subir hasta lo más alto para poder disfrutar de unas privilegiadas vistas de la ciudad.

© Miguel Ángel Vicente de Vera

Batu cavesPara cerrar con broche de oro hay que visitar las Batu Caves, uno de esos lugares que te dejan sin aliento. Están a tan solo 13 kilómetros al norte de la ciudad. Se puede ir en tren o en taxi (son muy económicos). Al llegar las pupilas se dilatan de inmediato al contemplar la colosal escultura dorada del dios hindú Murgan Tiene 42 metros y es la más alta del mundo dedicada a esta deidad.

Al lado de Murgan, como si las custodiara, comienzan las escaleras que llevan a las cuevas. Tras subir los 272 escalones pintados de colores y sortear a varios monos ansiosos por llevarse algún souvenir de los turistas, llega la segunda sorpresa: una cueva realmente gigante con templos hinduistas.

© Miguel Ángel Vicente de Vera

El ambiente tenue y el silencio, construyen una atmósfera de recogimiento. Primero hay que bajar unas escaleras, luego ascender otras y pasar dos templos. Al final aparece un tragaluz natural por donde se cuelan los rayos del sol, mientras unas aves revolotean arriba. Y de repente te das cuenta de que te habíais olvidado de las Petronas.