Publicado en Condé Nast Traveler
El ritmo pausado del río Napo ejerce sobre la mente un efecto hipnótico. El tiempo parece diluirse en las aguas marrones de este afluente del Amazonas, mientras la mente ociosa especula con los paisajes y aventuras que acontecerían hasta llegar al legendario río. Las vistas desde las habitaciones del crucero Anakonda Amazon Cruises son evocadoras: el fluir del agua, la interminable ribera con su impenetrable vegetación, algunas cabañas de paja kichwa, todo enmarcado en un luminoso cielo azul.
La sensación es como la de ir en un tren de antaño a vapor, con ese tempo que nos conecta con el entorno, con los ritmos vitales, pero en este caso flotando sobre el agua dulce y con todas las comodidades imaginables: aire acondicionado en cada una de las habitaciones, estándares de hotel boutique, bañera, hidromasaje, cama King Size, bombones de bienvenida y unos enormes ventanales para ver la fauna y flora de uno de los lugares con mayor biodiversidad del planeta.
LA LLEGADA
El viaje comienza en la ciudad Francisco de Orellana, una de las principales entradas a la Amazonía ecuatoriana. La mayoría de los turistas llegan desde Quito en avión, en un maravilloso viaje donde los paisajes de texturas ocres transitan hacia un perenne manto verde. Desde la llegada al aeropuerto, el equipo de Anakonda Cruise se encarga personalmente de cada uno de los turistas.
En el camino hacia el pequeño puerto se asoma a través de la ventana de la camioneta la caleidoscópica cultura amazónica, rebosante de coloridos mercados, árboles de gran tamaño y habitantes de diferentes etnias. Cabe hacer mención especial del recientemente inaugurado Museo Arqueológico Centro Cultural Orellana, un moderno edificio que alberga un ingente patrimonio de cultura de la región. En el embarcadero de la ciudad espera una lancha rápida que traslada a los turistas durante una hora y media hasta el barco.
EL BARCO
Al medio día se llega directamente a la embarcación nodriza, el Anakonda, una imponente embarcación de 45 metros de eslora y tres plantas de altura, que en 2016 obtuvo el World Travel Awards a mejor crucero boutique de Sudamérica. De color marrón y líneas cuadradas y robustas, desde afuera recuerda al Caballo de Troya. El interior rebosa lujo en sus 14 suites estándar y 4 suites Deluxe, con balcones y bañera, ventanas panorámicas y una estética minimalista y moderna.
En la primera planta posee un lounge externo para tomar un coctel, justo allí la última noche, a modo de despedida, se ofrece una exquisita barbacoa de carne y mariscos. También disponen de boutique, sala de eventos, bar y restaurante. En la terraza de la tercera planta está la joya de la corona: un maravilloso jacuzzi desde donde disfrutar de las privilegiadas vistas.
GASTRONOMÍA AMAZÓNICA
La gastronomía de a bordo es un tema a parte. Es habitual que, debido a los consecuentes problemas de proveedores y logística, los estándares gastronómicos de la selva sean más modestos. Sin embargo aquí la gastronomía se desmarca con una fusión amazónica /ecuatoriana del más alto nivel, tanto en presentación como elaboración. Pescado fresco con hierbas de la región, ceviche de langostino y cilantro, carnes acompañadas con emulsión de remolacha, pavo al horno en salsa dulce, son solo algunas de sus propuestas.
Ante este panorama resulta complicado encontrar las energías suficientes para salir de este barco de ensueño, pero la verdadera magia también habita afuera. A medida que el hotel flotante avanza con su paso templado, se adentra en los territorios del Parque Nacional Yasuní, un vasto territorio de 10.000 kilómetros cuadrados que alberga grupos comunidades en aislamiento voluntario, quienes todavía viven en su particular Edén.
Este crucero amazónico ofrece básicamente dos tours: uno de tres noches y cuatro días y otro de cuatro noches y cinco días. El primero llega a la laguna de Pañacocha, que en lengua kichwa significa “lago de pirañas”, el segundo hasta Nuevo Rocafuerte, en la frontera con Perú. Cada día ofrecen actividades. La visita a la laguna en una pequeña barca motora es un viaje inolvidable, atravesando pequeños ríos que nos regalan en sus sinuosidades avistamientos de tortugas, caimanes, monos y tucanes. En el lago se puede hacer kayak, darse un buen chapuzón y pescar pirañas. Allí te das cuentas de que, a pesar de sus grandes dientes en relación a su tamaño, no son tan peligrosas como nos han contado.
EL MÍTICO DELFÍN ROSADO
La emoción se apodera del grupo cuando nos informan de que el día anterior avistaron un delfín rosado, uno de los animales más singulares de la Amazonía. Esta especie, que puede llegar a pesar cerca de 200 kilos y medir 2,5 metros, se encuentra en peligro de extinción. Se caracteriza por su prominente hocico con dientes y por su color rosado. La leyenda cuenta que originalmente fue un joven guerrero, transformado en delfín por un Dios que le tenía envidia. En las fiestas de verano puede transformarse de nuevo en humano e ir a las aldeas para seducir a las muchachas.
Tras varias horas de paseo en barca no aparece, pero justo en la desembocadura del río Napo el guía René pega un respingo y nos avisa del hallazgo. Lo primero que se escucha es un chorro de agua disparado a presión al aire, pero no acertamos a verlo. Al cabo de unos minutos sale a la superficie a respirar y nos regala su lomo totalmente rosado. Lo seguimos durante un buen rato, a pesar de que no podemos verlo íntegramente, encontrarlo en libertad es un regalo del viaje, una imagen difícil de captar por la cámara, pero imborrable en la memoria.
VISITA COMUNITARIA
La siguiente mañana visitamos una comunidad local kichwa, habitantes milenarios de la Amazonía. El encuentro es muy genuino, sin artificios turísticos, ni la intención de venderte artesanías. En el recorrido muestran cómo cultivan la yuca, el cacao, el plátano verde o la palma, y sus maneras ancestrales de cocinar los alimentos. Te ofrecen un menú amazónico con pescado de río envuelto en hojas frescas cocinado a la brasa, yuca y brocheta de chontacuro, unos gusanos blancos y gruesos que a pesar de su apariencia son muy sabrosos.
“Para nuestra empresa la sostenibilidad, tanto con el ambiente como con las comunidades, es absolutamente prioritario. Cada vez que las visitamos o entramos a una reserva se les paga un dinero, es una manera de mantener el equilibrio y distribuir la riqueza, la mitad de nuestros empleados son personas de las comunidades circundantes. Nuestro bien más preciado es la selva, debemos preservarla con un turismo no agresivo y respetuoso con la naturaleza”, reflexiona Raúl García, presidente de la compañía.
También nos muestran un proyecto de cría y reinserción de tortugas amazónicas, conocidas localmente como charapas. Al final de la visita nos aguarda una sorpresa: Nos entregan una que tiene un tamaño suficientemente grande para que la liberemos. Les damos un nombre, le deseamos mucha suerte y las soltamos en la playa de arena, desde donde sale disparada hacia el agua para perderse en la inmensidad del río.
TORRE DE OBSERVACIÓN
Por la tarde nos espera otro hermoso momento: una torre de observación de 50 metros que sube paralela a una imponente ceiba gigante. Desdelo alto se puede vislumbrar la absoluta majestuosidad de la selva, una sensación que deja al alma muda, rendida ante esta sublime expresión de la naturaleza. En el camino de vuelta nos saludan grupos de monos capuchinos y tamarindos.
Cae la noche, luego de una jornada de vida salvaje, experiencias comunitarias y paseos en barca nada como darse un baño en el jacuzzi de la terraza superior con una cerveza bien fría. El cielo se tiñe de rojo por el efecto de los rayos del sol que se sumergen bajo el horizonte, las nubes se transforman en un lienzo de tonos metálicos. En ese momento viene a la mente la frase que le dijo Fausto a Mefistófeles, justo antes de entregarle su alma por el amor a Margarita: “instante, detente, eres tan bello”.