Publicado en La Vanguardia

Las actividades al aire libre son más necesarias que nunca. La actual pandemia nos ha obligado a replantearnos nuestra dialéctica con el entorno. Necesitamos espacios abiertos, naturaleza y altas dosis de tranquilidad. En este contexto, los hoteles rurales adquieren un gran protagonismo, como si llegaran en el momento justo para salvarnos de los estragos del encierro en la gran ciudad. Se trata también de una invitación a mirar hacia atrás, de barajar otros tiempos, de conectarnos nuestras tradiciones.

La isla de Mallorca es un fértil territorio para el turismo rural. Más allá del veraneo de masas, la isla ofrece entornos naturales de indudable belleza. Para disfrutarlos con calma y comodidad, la mejor opción es alojarse en una possessió, casas señoriales centenarias reconvertidas en hoteles rurales que preconizan el slow tourism. Los hay diseminados por toda la isla, pero el entorno más dramático, bello y apacible es el que alberga la sierra de Tramontana, declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.

En el municipio de Sóller , sin lugar a dudas es uno de los más hermosos y fotogénicos enclaves de Mallorca, se erige la finca Muleta de Ca S´hereu, un caserío del siglo XIII cuya historia se entrelaza con la del mismísimo rey Jaime I, quien entregó la finca al vizconde de Bearn por su ayuda en la reconquista de la isla.

Experiencia total

La possessió está rodeada de naranjos y olivos, y sus jardines y áreas exteriores tienen una extensión de 40 hectáreas. Desde las estancias se divisa el inmenso azul del Mediterráneo y la bahía del puerto de Sóller, que parece abrazar a todo aquel que la visita. Como si fueses el vigía de un faro, durante el día, puedes avistar los veleros que fondean en el puerto e incluso el tranvía que llega a la estación.

Estos centros energía natural, rodeados de vegetación autóctona, tienen la capacidad de bajarte las pulsaciones nada más adentrarte en ellos. El silencio casi lo puedes palpar, y una extraña y placentera paz se adueña de ti al instante.

Toda la finca emana un aroma rústico y elegante. Cada rincón nos cuenta una historia: tienen una capilla, un establo reconvertido en salón e incluso una singular almazara, el lugar donde tradicionalmente se elaboraba el aceite, todo perfectamente conservado.

Cada una de sus 13 habitaciones está decorada en estilo mallorquín de los siglos XVIII y XIX, eso sí, sin renunciar a ninguna comodidad actual. Tomarse un gin-tonic a medio día, en su maravillosa piscina, mientras la brisa del Mediterráneo acaricia tu rostro, no tiene precio.

Agroturismo en el valle de Puigpunyent

Esa misma brisa es la que mece los encinares de la Finca Son Pont, cuando el sol comienza a desvanecerse entre la femenina silueta de la Tramontana. Desde su porche se pueden ver a lo lejos un grupo de cabras salvajes, y más allá se vislumbra la silueta de un caballo. De nuevo reina el silencio y la más absoluta tranquilidad tan solo perturbada por el zumbido de una abeja.

La Finca Son Pont es otra gran alternativa para hacer agroturismo en un precioso rincón de la sierra: el valle de Puigpunyent. Se trata de una finca señorial de piedra maciza, con una torre de defensa y una prensa de aceite que data del siglo XV. Al igual que Muleta, se trata de una construcción centenaria que ha ido pasando de generación en generación. Aquí también se puede capturar la esencia de antaño, con una exquisita decoración tradicional mallorquina, pero con todas las comodidades y tecnologías propias de nuestro tiempo.

Un consejo: poner el móvil en modo avión y olvidarse del mundo por unas horas para dedicarse a elevadas labores, como dejarse hipnotizar por la danza de una abeja, ejercer de entusiasta espectador de un concierto de grillos o tumbarse en la hamaca para jugar a buscar formas en las pasajeras nubes.

Recorrer en coche las sinuosas carreteras de la Tramontana, que conecta la localidad de Andratx, al sur, con Pollença, en la parte norte de la isla, es una verdadera delicia. Atraviesa olivares que parecen no tener fin, campos de naranjos, limoneros y pueblos idílicos con la omnipresencia del Mediterráneo. En el kilómetros 56.1 de la carretera de Deià encontramos Ca´s Xorc, otra maravillosa finca de turismo rural.

El camino de la entrada está flanqueado por olivos y limoneros, centinelas que dan la bienvenida al este edén mallorquín. Aquí nos encontramos rodeados por hectáreas de naturaleza, y no hay que preocuparse por la distancia social. Sus habitaciones son amplias, con vistas extraordinarias, y con una decoración tradicional que construye una armoniosa atmósfera.

El templo gastronómico de Ca´s Xorc

Una visita a un hotel rural no está completa sin una experiencia gastronómica. Ca´s Xorc es conocido por su reputada y premiada cocina. Carrilleras, gazpacho de cereza, carnes a la brasa o la paella de marisco son algunos de sus platos emblemáticos. Sus desayunos en la terraza ofrecen una amplia selección de quesos, embutidos, zumos y bollería artesanal de primera calidad. Tras el banquete matutino es el momento idóneo para pasear por sus amplios y cuidados jardines, con numerosos rincones donde leer un buen libro, deleitarse con una buena conversación, o pasear sin prisas disfrutando del la inmensidad del presente.