En uno de los largos y angostos pasillos de la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit, a las afueras de la ciudad de Quito, descansan en un eterno letargo más de 200.000 mariposas. Se encuentran cuidadosamente recopiladas y archivadas en cajas de madera cubiertas por un vidrio. Algunas tienen cenefas que parecen tatuajes polinésicos, otras intimidan a sus depredadores mediante formas que imitan a otros animales. Las hay de todos los colores imaginables: negro azabache, verde esmeralda, violeta, azul eléctrico, rojo, colores luminiscentes, ocres, tonos pastel…

Se trata de una de las mayores y más completas colecciones de mariposas de Sudamérica, con un total de 12.000 especies diferentes. El responsable de esta titánica muestra es el padre jesuita español Francisco Piñas. De silueta alargada y enjuta, piel lechosa, barba recién afeitada y pelo canoso recuerda a un personaje  de El Greco. Sus ojos verdes, acaso la único rasgo de concupiscencia que se permite, se esconden detrás de sus lentes. Transmite bondad, y a la vez manifiesta una timidez proverbial.

“Mi pasión por las mariposas comenzó cuando tenía 14 años en mi Cuenca natal, en España. A mi hermana le pidieron hacer un insectario para la escuela, así que, junto a mis hermanos, nos dedicamos a recoger bichos por el campo. Luego íbamos con mis padres todos los fines de semana. Allí aprendimos a colectarlos, a estudiarlos y a conocer sus nombres científicos. Poco a poco se fue formando una colección, pero claro, se quedó en España”, recuerda con un fulgor en la mirada, como si por un breve instante, se encontrara de nuevo paseando por las llanuras de Castilla.

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© Miguel Ángel Vicente de Vera

La vida es el sueño de la niñez

Su formación religiosa le trajo a Ecuador hace 30 años. “Al principio estaba muy ocupado, pero cuando ya no tuve mucho que hacer a nivel pastoral, retornó con fuerza este deseo, ya conoce  el refrán: la vida es un sueño de la niñez. Pero esta vez quería hacerlo de una manera más sistemática, más en profundidad, de una manera científica”.

Durante 15 años se dedicó con ahínco a las salidas de campo. Una vez al mes acudía a diferentes zonas de la geografía ecuatoriana a cazar mariposas. A veces iba solo en transporte público, otras iba en coche o le acompañaba algún amigo. Las regiones que más frecuentaba eran la Amazonía y la Costa, ya que el clima caluroso es el más adecuado para su hábitat. Una particularidad caracteriza la colección del padre jesuita: son mayoritariamente de vida nocturna. Según explica, del total de mariposas existentes en el planeta tan solo un 10% son diurnas, el resto son nocturnas. La razón es que al habitar la noche evitan a depredadores naturales como sapos, reptiles u otros  insectos. Otro factor que le llevó a tomar esta decisión fue que las nocturnas están muchísimo menos estudiadas, lo cual le resultaba mucho más excitante.

El modus operandi que utilizaba para las salidas era siempre el mismo: acudía a una zona alejada de la presencia humana, cuanto más mejor. En ese ambiente de naturaleza virgen colocaba una sábana blanca estirada en vertical junto a una lámpara. El ritual de caza comenzaba al atardecer, cuando los rayos solares comenzaban a desvanecerse, al tiempo que aparecían las mariposas. La luz artificial llama su atención, y de inmediato se posaban sobre la sábana blanca, que se transformaba en el altar donde el padre, con un frasco de cristal, consumaba el sacrificio.

El recipiente que utilizaba escondía un secreto letal para la mariposa “un poco de veneno… cianuro”, confiesa con una sonrisa fáustica. Luego las introducía en sobres a la espera de volver a su caverna platónica en la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit. Esta acción la repetía de manera sistemática durante unas 10 u 11 horas durante toda la noche, llegando a conseguir hasta 500 mariposas en una misma salida. A lo largo de estos 10 años recopiló numerosas anécdotas: diluvios torrenciales, apariciones de serpientes, ataques de ejércitos de escarabajos y hormigas que le produjeron terribles urticarias en la piel… Sin embargo todas estas vicisitudes eran acatadas por Piñas con el estoicismo del anacoreta que responde a una misión superior.

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© Miguel Ángel Vicente de Vera

Clasificación de las mariposas

Al tiempo que recolectaba, también se dedicaba a su estudio y clasificación. Este proceso es mucho más exigente, complejo y extenuante que el anterior. Lo primero que se debe hacer es introducir las mariposas en el interior de un congelador durante dos días a 18 grados bajo cero, con el fin de matar cualquier tipo de parásito. A continuación se deben secar durante un mes. Previamente se colocan en el extendedor, una estructura de espuma flex con un hueco para el cuerpo de la mariposa, que se sujeta por medio de unos alfileres entomológicos. Utiliza siempre un fino papel cebolla para no tocar con los dedos al frágil insecto. A lo largo de todo este proceso no se utiliza ningún producto químico, ya que esto podría afectar al color o textura de las alas. El siguiente paso consiste en colocar la etiqueta, un pequeño trozo de papel en el que aparece impreso el país, la provincia y el lugar donde fue capturada, la altura sobre el nivel del mar, la fecha y persona que la recolectó. En cada una de las 200.000 etiquetas el nombre de Francisco Piñas se repite como un mantra tibetano.

Pero el trabajo no termina aquí. Ahora viene la clasificación taxonómica: familia, género y especie. La primera se refiere a los seres vivos con características comunes dentro de su orden, los nombres son siempre en latín; el género agrupa a las especies relacionadas entre sí, por ejemplo, dentro de la familia de Homínidos se encuentra el género Homo Sapiens y sus antecesores, como el  Homo Nederthalis o el Homo Habilis. Finalmente está la especie, la categoría más básica de todas. Se trata de un grupo de individuos que cuentan con características similares que permiten la descendencia fértil entre ellos.

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© Miguel Ángel Vicente de Vera

Por ejemplo, la conocida mariposa búho, muy abundante en Ecuador, pertenece a la familia Nymphalidae, el género es Caligo y en cuanto a especies existen unas 20, por ejemplo la Caligo oileus, C. betrao, C. urilochus, C. atreus. Este proceso es el  más complejo de todos. La razón es sencilla; luego de cazarla, disecarla y hacer su pertinente ficha se deben clasificar, pero para ello tiene que compararlas con las cerca de 165.000 especies diferentes que existen en el mundo.

Gracias al internet, el proceso se ha automatizado, pero cuando comenzó la colección, la red global todavía daba sus primeros pasos. “Durante muchos años, me nutrí de revistas, libros de investigación y diversas publicaciones. Ahora con internet todo es mucho más fácil”.

La mayor biblioteca de Ecuador

El sancta santorum de Piñas es una amplia habitación con techos altos ubicada en una de las esquinas de la Biblioteca Aurelio Espinosa Pólit, la más importante de Ecuador. Fundada en 1.929 alberga más de 300.000 volúmenes y tiene la casi totalidad de todos los libros publicados en el país, incluidos los periódicos.  Es allí donde durante un cuarto de siglo, el padre científico ha pasado la mayor parte de su tiempo gestando su monumental obra.

El lugar es del todo espartano. Está presidido por una gran mesa de madera donde estudia los lepidópteros. Se respira un silencio conventual, todo está en perfecto orden. Hay cientos de revistas, textos y publicaciones sobre entomología y un ordenador que alberga su gran base de datos. En unas amplias estanterías descansan decenas de álbumes elaborados por el padre jesuita.

A pesar de tener en su haber miles de especies ubicadas, a día de hoy sigue descubriendo nuevas, bien porque antes no las había podido encontrar en las bibliografías existentes o bien porque todavía no están clasificadas. “Divide y vencerás. Tienes que ir separando poco a poco, porque si quieres hacerlo todo junto, te vuelves loco, hay que ser muy sistemático con los rasgos diferenciales. Yo tengo la capacidad que Dios me ha dado de distinguir las 12.000 especies que tengo, y solo con verlas puedo saber si está o no, porque las tengo todas memorizadas”.

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© Miguel Ángel Vicente de Vera

A veces ocurre que encuentra una especie jamás catalogada. Entonces es el propio Piñas quien le otorga un nuevo nombre para la posteridad. Esta hazaña podría parecer algo tremendamente difícil de lograr, pero nada más lejos de la realidad. Hasta día de hoy ha bautizado más de 200 mariposas. A este honor reservado a unos pocos -que tiene algo de divino por lo de dar nombre a las cosas-, Piñas parece no darle mucha importancia: “les pongo el primer nombre que se me ocurre. Ya le puse a una Lucía en honor a mi madre, a otra Carmen, en honor a mi tía, a esta última le he puesto Raquel porque es un nombre que me parece bonito”, comenta mientras señala a una pequeña mariposa de tonos ocres, que a la vista de cualquier profano en la materia le resultaría simplemente una más.

Para que la nueva nomenclatura sea efectiva, primero se debe revisar concienzudamente en las bases de datos de internet, para verificar que no esté ya registrada. Luego su hallazgo debe ser publicado en alguna de las revistas científicas dedicadas a la entomología como Graelsia, la Revista de Entomología Colombiana o las publicaciones del Museo de Historia Natural Británico.

Defensa del medio ambiente

En su discurso sobre el apasionante mundo de las mariposas dos cuestiones se revelan con fuerza: su admiración por la naturaleza de Ecuador y su preocupación por el medio ambiente. En cuanto a lo primero manifiesta con pasión que este es el país con mayor biodiversidad del mundo en proporción al tamaño de su territorio. Por ejemplo cita que tiene en su haber el 10% de las mariposas del planeta, en un territorio que a abarca tan solo el 0,5% de la superficie terrestre.

“Debido a que Ecuador se encuentra en una posición privilegiada tiene todos los climas presentes en el planeta: costa, amazonía, sierra, zona glaciar, desiertos, clima tropical seco, clima tropical húmedo y además de todo eso las Islas Galápagos. Eso produce el milagro, ya que las mariposas se adaptan a cada uno de los climas, creando esta increíble variedad”, recuerda el padre alzando la voz por primera vez.

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© Miguel Ángel Vicente de Vera

En cuanto a lo segundo no se muestra tan optimista. Considera que en Ecuador la situación de pérdida de riqueza ecológica es “catastrófica”, ya que están desapareciendo los últimos bosques primarios del país en aras de la industria maderera y al cultivo, y además el cambio climático está llevando a la extinción a miles de seres vivos.

El hecho de que la mariposa sea el único ser vivo del planeta capaz de cambiar su estructura genética -cuando sufre el proceso de metamorfosis-, suscitó desde la antigüedad una gran fascinación, además de su insultante belleza. Los griegos la consideraban una divinidad femenina y sexual: la diosa Psyche era representada con alas de mariposa. También estaba vinculada a la inmortalidad del alma, por la transformación que sufre cuando renace y abandona su cuerpo. Los celtas pensaban que eran hadas, pequeños seres voladores con poderes sobrenaturales. Esta veneración llegó también al contexto americano, ya que los mayas creían que las mariposas no eran otra cosa que  las almas de los guerreros muertos en batallas o sacrificios.

El padre Piñas claudica y se adentra al fondo de la cuestión: la estética y sus arquetipos universales, la contemplación como elevación y goce del espíritu: “en realidad yo me dedico a todo esto porque la mariposa es profundamente bella, es un sentimiento estético de belleza, disfruto viéndolas. Es impresionante la capacidad de admiración que nace en mí cada vez que veo una mariposa, me eleva el alma. Ese es el motivo último de mi trabajo”.